El pastel de Cierva. Dos leyendas, dos orígenes

Una de las leyendas, de origen ruso nos remonta al siglo XIX. En las aguas tranquilas del Mar Menor, en la zona de San Javier, llevaba fondeando varios días un barco extranjero, de origen ruso y con una tripulación totalmente desconocida en la zona.

El cocinero del barco, ya en tierra y paseando por las calles cercanas al mar conoció a un pastelero de la zona, al cual le dio la receta para realizar un pastel exquisito. La historia del pastel de Cierva comienza justo en ese momento.

Pero ¿por qué se le añadió el nombre de pastel de Cierva? En una comida a Juan de la Cierva y Peñafiel se le invitó a que degustara dicho pastel como plato de una comida y al quedar prendado de su sabor único manifestó el deseo y orgullo de que llevase su nombre.

Por otro lado, existe una segunda leyenda que de origen Alemán. Había en casa de los abuelos de la esposa de Don Juan de la Cierva, en Cartagena, dos cocineras alemanas que realizaban un pastel de origen alemán, que le llamaban pastel real.

Dicha receta le encantaba a Don Juan de La Cierva, y siempre que estaba en Murcia, aprovechaba para ir a Cartagena y probar el famoso pastel de las cocineras alemanas. Don José Maestre, en aquellos tiempos Ministro, tenía una gran amistad con Juan de La Cierva, y quería invitarlo a su casa.

Don José Maestre sabía ya por aquel entonces que le encantaba aquel pastel, y para sorprenderle, envió a un confitero amigo suyo de San Javier a la casa de los abuelos de la mujer de Juan de la Cierva para que aprendiera la receta de las alemanas y así presentárselo y sorprenderlo.

De este modo, fue como el confitero de San Javier «Confitería La Peladilla», aprendió la famosa receta, que en su origen se hacía con una masa que se hace con una libra de manteca, otra de azúcar blanca, una copa de vino blanco, un polvito de canela, y dos huevos.